Millonarios es ese deseo constante de que algo bueno pase. Es ese motivo permanente de ilusión, es la razón infinita para amar. Es ese «ojalá» que citamos en cualquier contexto con los ojos llenos de ilusión, mucha fe, devoción inmensa y el corazón latiendo a mil.

En las malas rachas Millonarios se convierte en el deseo de sacudirse, de mejorar, de equilibrarse. Es ese obstáculo que uno espera sobrepasar porque sabe que en ocasiones pasadas se logró y porque uno sabe de qué está hecho (o creemos saberlo). Es esa idea que nos retumba en la cabeza y nos da vueltas mientras nos hace recordar los momentos de gloria y de grandes hazañas, de victorias, de orgullo, de felicidad, de sentirnos invencibles. También es incertidumbre, es confusión, es ansiedad. Millonarios es nostalgia, es abstracción y es lealtad.

Yo quisiera entender si en alguna parte hay un doliente. Alguien más allá de todos los que respiramos por Millonarios, alguien distinto a los que lloramos el no poder ir al estadio, alguien que no esté cegado por el amor y el fanatismo. Realmente quisiera saber si alguien en el mundo puede sentir racionalmente lo que nosotros sentimos con el alma. ¿Sabrán lo que nos aqueja cada noche después de una derrota? ¿Llegarán a sus casas conscientes de que tuvieron un mal día en el trabajo? ¿No les dolerá saber que su desempeño laboral no es suficiente? ¿No le importará a alguien el hecho de no saber llevar a cuestas la responsabilidad que toda la institución representa? ¿No sentirán un poquito de malestar al ver lo grande que les queda sentir propio un escudo?

Quisiera saber si entienden lo que se siente tener vergüenza y cargo de conciencia con quienes muchas veces dejan inclusive de comer por ir a apoyarlos. Daría todo por poder sentarme y hablar con alguien e intentar encontrarle una explicación a todo. Las ganas de gritarles en la cara cuánto duele hincharles hasta el final sin que tengan un poquito de empatía y consideración son cada vez más incontrolables. 

Hace poco escuché que Gamero como técnico debía seguir en el cargo porque parte de su labor era asumir las decisiones que quiso apoyar o secundar en su momento. Así como he escuchado que muchos jugadores también deberían quedarse porque continuar con el proceso y cumplir con el compromiso de mejorar hace parte de asumir las decisiones que tomaron al llegar al equipo. Siguiendo esa lógica, quizás sentir lo que sentimos todos haga parte de asumir las decisiones que tomamos al ser fanáticos de un club que creímos que era de primera y que hoy nos cuestionamos si quiere retomar su grandeza o si hablar de glorias pasadas es un premio de consolación con el que vivimos los que sentimos a Millonarios en el corazón y en la sangre. Seguramente darnos palmaditas en la espalda sea parte de asumir lo que nos comprometimos a defender y a priorizar por delante de nuestras propias vidas y creímos que hacíamos sin esperar mucho a cambio, cuando en realidad lo esperamos todo.

Ojalá creer que vienen tiempos mejores sea suficiente, ojalá la lógica prime sobre la ambición, ojalá el amor sea más fuerte, ojalá siempre haya una razón para creer; ojalá reconocer errores se vuelva costumbre y no pecado. Ojalá la autocrítica valga la pena, ojalá la empatía prime, ojalá la dignidad motive, ojalá el trabajo traiga resultados, ojalá la satisfacción sea gigante, ojalá nos alcance la pasión y ojalá la dignidad nos acompañe en lo que nos queda por disputar.

Ojalá seas siempre enorme y no tardes mucho en volver a ti, aunque igual aquí te vamos a esperar siempre: Millonarios.

@LauraGuaqueta