Siempre he creído que, para aquellos que nos consideramos «futboleros», hemos llevado las cuentas de nuestra vida con acontecimientos importantes alrededor del fútbol. Mundiales, copas, ligas, triunfos, derrotas, lagrimas, todo aquello que rodea nuestra vida puede ser recordado gracias a la magia del balón.

Anécdotas, alrededor de esto, podría tener muchas, como por ejemplo recuperar una linda amistad en 2017 cuando Millos logró la estrella ante el eterno rival. Pero, cuando estás en esa cima y crees que está todo dado para darse positivamente, todo puede terminar mal y de manera intempestiva.

Tal cual, el año 2018 inició bien para mí, lo mismo que para Millonarios. Derrotar a nuestro acérrimo rival en su casa y conquistar la Superliga nos daba impulso y fe para que todos empezáramos de la mejor manera nuestro año. Y así fue para mí. Me di el “lujo” de renunciar y llegar a una nueva empresa. Difícil, complicada, pero una experiencia satisfactoria. Pero como todo, llegaron momentos turbios, momentos de imposiciones y de imprevistos que tocaba asumir por la gallardía que exige el profesionalismo. Y así lo sufrió Millonarios; goles perdidos en partidos claves, lesiones y demás, mermaron nuestro rendimiento que se apagó poco a poco como nuestras expectativas a mitad de año.

Y llegó el fin de año. Un espíritu de guerra y combatividad me llevó a otro cambio de trabajo y tal como el final de 2018 para Millonarios, fue nefasto. Salí con las expectativas por el suelo, tal vez derrotado, y con múltiples cuestionamientos, quizás esos mismos que motivaron la decisión de la salida de uno de los técnicos más queridos de nuestros últimos años; Miguel Ángel Russo. ¿Qué pasó? ¿Por qué ahora? ¿Qué vamos a hacer?

Pero llegan los revolcones, las decisiones y las muestras de carácter que al final solo van acompañadas por la fe. Y así pasó con nuestro equipo. Sin lugar a espacios para pensar se buscó corregir de tacazo aquellas cosas que no funcionaron.

Luego de mucha rabia, tristeza y procesos de reflexión, aún a mis 31 años, me he dado cuenta de que tengo demasiado por aprender y, sobre todo, por madurar. Y creo que parte de ese nuevo convencimiento ha llegado desde muchos frentes. Frente a eso, recuerdo que Pinto decía en su llegada a Millos que era una obligación pelear y estar arriba. Y así suene curioso, tomé varías de esas palabras para este nuevo proceso profesional.

Se que debo seguir mejorando, peleando y buscando siempre ser un mejor profesional. Como todo buen proceso, he caído, me han dicho que no, pero siempre pienso que, ante eso, los resultados llegarán y que esto, como dice el profe, apenas está empezando.

Siempre he sido un convencido de los cambios. A veces, cuando veo esa frase de «nunca cambies», la cuestiono y creo que de los grandes cambios que podamos tener vendrán los mejores resultados. Cambiar es un derecho y a veces una obligación para encontrar resultados.  Ahora, apalanco mi vida en un emprendimiento, que ha sido satisfactorio hasta el momento, pero como dice Pinto, esto apenas empieza y es una obligación trabajar día a día para llegar a ser los mejores. Claro está, sigo buscando trabajo porque amo lo que hago y se que grandes cosas vendrán.

Amigos, nunca se nieguen el derecho a cambiar y a redescubrirse, encontrarán los cambios desde la actitud, esa misma que en Millos no se puede negociar.

Gustavo Caraballo

@Padrinogacm