La eliminación de Millonarios producto de la derrota 2-1 contra el América, en condición de local, sigue y seguirá siendo, por mucho tiempo, un misterio de aquellos en el fútbol. En las últimas horas he escuchado de todo por todos lados: el pobre juego colectivo del equipo, gran partido del América, culpa de Pinto, falta de jerarquía, etcétera. A mí, por el contrario, no me convence ninguna y seguiré pensándola por mucho tiempo.

El mejor equipo del semestre fue Millonarios y esa distinción es ratificada con los números en la campaña: 50 puntos acumulados en la Liga, 37 goles marcados y 20 recibidos para una diferencia a favor de +17. Nadie tenía mejores números que Millonarios. Las estadísticas no lo son todo, pero, sumado al buen funcionamiento colectivo del equipo, estaba claro que no había ocurrido por mera casualidad. Ahora, vaya ironía, el mejor equipo lució desconocidísimo como nunca: mucho pelotazo, desespero, ansiedad y poco juego colectivo.

El fútbol, como muchos aspectos de la vida, no siempre tienen una explicación clara. Quién en su momento apostaba, en sus cinco sentidos, que Alemania quedaría eliminada en la primera ronda de un Mundial luego de 83 años. O quién creía que el Barcelona, que venía haciendo una campaña impecable, se comería cuatro goles en Anfield, humillado, y quedaría eliminado en la semifinal de la reciente Liga de Campeones. ¿Cómo explicar el 7-1 de Alemania a Brasil en su casa? ¡E incluso la coronación del Leicester en la Premier League 2015/2016! Bueno, a Millonarios también le pasan esas anomalías, guardando las justas proporciones.

El América, inesperadamente, se salió con las suyas ante la vista de más de 27.000 asistentes a El Campín. Pese a estar eliminado, sin su goleador Fernando Aristeguieta, con gran parte de la hinchada disgustada, y con un invicto negativo sin poderle ganar a Millonarios desde su regreso a la A. Se acordó de sumar de a tres cuando menos se lo esperaba. Ese cuento también está duro de tragar, pero tocó a las malas, como cuando éramos pequeños y nos tocaba probar una comida que detestábamos.

Pinto es otro señalado de la derrota, sobretodo por los cambios que realizó ante la adversidad y la poca capacidad de reacción que, para muchos, generó en los jugadores. Creo que, a estas alturas, botarle toda el agua sucia a Jorge Luis sería un acto de desagradecimiento absoluto para un técnico que, literalmente, agarró el equipo cuando venía de un año entero sin clasificar a los play-offs para llevarlo, con fichajes de bajo costo —pero muy rendidores—, a la punta del torneo por mucho tiempo.

La falta de jerarquía sigue resonando y mucho. A juzgar por el hecho de que Millonarios fue el mejor local y el mejor visitante de todo el torneo, diría que es absurdo y descabellado; plaza donde jugó, plaza donde luchó y sumó en la mayoría de los casos. Sin embargo, tras conseguir el gol, el equipo, en vez de ganar en confianza, navegó en un mar de dudas e incertidumbre muy alejadas del Millonarios que vimos en todo el semestre. ¿El nerviosismo y la presión se apoderaron del Campín? Incluso los jugadores difícilmente pudieron explicar el por qué no se hallaron en el partido.

La lista puede seguir extendiéndose para intentar darle un sentido más claro a esta historia. Sobran las palabras para describirlo, pues cada hincha pudo sentirlo en carne propia, a su manera. El gran consuelo es que hay un equipo humano capacitado para no dejar de soñar en una nueva conquista embajadora. Y, en el camino, seguiré en la búsqueda de esa explicación que parece inexplicable.             

@cramirezr98